martes, 15 de noviembre de 2011

reflexion de ciencia

Las primeras reflexiones referidas al modo de conocer de la Ciencia destacaban su prescindencia de toda teorización previa. La experiencia era vista como el punto de partida y la labor del intelecto consistía sólo en captar las repeticiones, las relaciones causales y —cuando ello era posible— expresarlas por medio de leyes universales. Estas leyes tenían siempre un carácter provisorio, pues su vigencia estaba supeditada a la concordancia de sus predicciones con los resultados de nuevas experiencias.

El compromiso del científico era ser fiel a la experiencia, al objeto de conocimiento —ser objetivo—. El sujeto debía reducirse a la mínima expresión, de modo que prejuicios, opiniones y gustos cedieran su lugar a la razón, que como una tabla rasa debía enfrentarse a los datos de los sentidos para encontrar en ellos la verdad.

Surgía así una nueva etapa en la historia de la humanidad. Quedaban atrás las oscuras sombras de la tradición y la revelación. Comenzaba el tiempo de la razón, de las luces, del saber fundado y accesible a todos, ya que, según Descartes (padre de la Modernidad), «No hay nada mejor repartido entre los hombres que la razón». El tiempo que había mediado entre la Antigüedad Clásica (revalorizada desde el Renacimiento) y la nueva etapa iluminista pasaba a ser considerado un tiempo de oscuridad, de desorden, de barbarie, y recibía —con tono despectivo— el mote de Medieval.

La solidez de la Ciencia residía en el respaldo empírico. Toda afirmación científica emergía de un cúmulo de observaciones y recibía de él su validez. El valor de la experiencia sensible se debe a que ella es externa y, por lo tanto, comunicable y perceptible para todo sujeto en condiciones similares. La Ciencia producía entonces un conocimiento de validez universal, pues no exigía del observador compartir creencias o juicios de valor con quien había formulado una proposición, sino simplemente hacer uso de un lenguaje común y una metodología aceptada.

Hume: primer llamado de atención

Cuando Hume llama la atención sobre el hecho de que la Ciencia va más allá de los datos de la experiencia, hace temblar sus bases.

La Ciencia busca establecer leyes causales. Estas leyes son entendidas por la Ciencia como generalizaciones de las relaciones causales observadas en la experiencia. Sin embargo, Hume señala que la causalidad escapa a la experiencia, que tiene un origen diverso de ella y que es aportada por el sujeto sin otro fundamento que la costumbre y la conveniencia.

Hume destaca que de la relación causal no tenemos percepción. Vemos que algo ocurre primero y algo después, pero no vemos que lo segundo se deba a lo primero. En todo caso podemos decir que siempre que hemos visto que sucedía A acto seguido ha sucedido B. Pero que B es consecuencia de A y que siempre después de A se dará B, es algo que no podemos afirmar basados en el solo dato empírico. La Ciencia va más allá de los sentidos. El sujeto interviene en la construcción de la Ciencia con sus costumbres y necesidades, buscando un conocimiento que le permita operar efectivamente y con éxito: en este sentido no se diferencia del conocimiento vulgar.

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